19 julio, 2006

 

¿Quién gana con la crispación?

Desde hace una semana ha subido de forma angustiosa el nivel de la bronca en Telde. El cruce de acusaciones entre el gobierno y el principal grupo de la oposición está tomando tintes de enfrentamiento entre bandas por su intensidad, por la mezcla de familiares y el nivel de descalificaciones personales.

Todo suena demasiado a revancha mutua, a ajuste de cuentas muy al margen de los ciudadanos y ciudadanas. Más bien, usándolos como excusa. Los protagonistas son tres personas cuyos papeles son fácilmente reconocibles: quien no ha sabido pasar de la oposición al gobierno, quien no ha sabido pasar del gobierno a la oposición y quien pretende hacernos olvidar que en los últimos doce años ha estado en el gobierno con el anterior alcalde al que hoy tanto repudia.

Con las escaramuzas de las últimas semanas han convertido a Telde en el escenario de un ambiente de bronca que ya no discurre por los caminos de la política. Es un estado de crispación crónica que dificulta aún más salir de los problemas que sufren los ciudadanos.

El ambiente creado responde a las estrategias de los grupos y de las personas que los provocan y conduce a un panorama diseñado a la medida de partidos que no tienen nada que ofrecer y sí mucho que esconder. Consiguen únicamente dañar aún más a una ciudad ya bastante herida por los casos de corrupción. La imagen que Telde vuelve a transmitir es de un patetismo insufrible en el que la sume una parte importante de sus dirigentes políticos.

Creo que es urgente volver al debate político sereno. Las irregularidades que se conozcan deben ser llevadas a los tribunales de forma inmediata y exigir las responsabilidades políticas consecuentes, pero no pueden oscurecer la política a los niveles que se están alcanzando en Telde.

Hoy, además del drama de la corrupción, el Ayuntamiento, y con él la ciudad, atraviesa una crisis económica cuyas consecuencias ya están sufriendo ciudadanos, empresas y trabajadores. El esfuerzo que hay que hacer desde el Ayuntamiento y desde los grupos políticos, debe dirigirse a dar soluciones a estos asuntos. No excluye eso la legítima denuncia que forma parte de la actividad política, pero ésta hay que conducirla exclusivamente por los senderos de la necesaria corrección, que huya del estado de crispación en que nos han metido.

Al final, la conclusión del punto en que nos encontramos es que la soberbia y la prepotencia con que quiso acabar la ciudad en 2003 dieron paso a la desvergüenza y el desgobierno, pero ambos forman parte de lo mismo. Eso es lo que hay que cambiar de verdad.

This page is powered by Blogger. Isn't yours?